A los quince años pensaba que los poetas ligaban mucho y empecé a escribir. Me enamoraba, escribía y nada; me enamoraba, escribía y nada; me enamoraba, escribía y nada; así, in sécula seculorum, hasta que no me comí un rosco. Con veinticinco primaveras, he acabado siendo guionista y escribiendo, casi, a todas horas. Si escribo bien o mal no me toca a mí decirlo. Quien quiera leer mis travesuras que las lea. Las voy a dejar todas aquí. Como un samurai, empiezo una aventura personal e intransferible. Escribir es lo único que me ha acompañado a lo largo de estos años. El niño de quince ya se ha empachado de rosquillas, de roscones y de otras aventuras amorosas. Ahora escribo para mí y para quien quiera leerlo.
Honor y fuerza.
Sort ;)
ResponderEliminarvaya vaya vaya...a quién tenemos por aqui...
ResponderEliminarCon permiso, tomo mi lugar en este espacio tuyo. :)
ResponderEliminar