sábado, 9 de enero de 2010

Antes que nada, me presento:

A los quince años pensaba que los poetas ligaban mucho y empecé a escribir. Me enamoraba, escribía y nada; me enamoraba, escribía y nada; me enamoraba, escribía y nada; así, in sécula seculorum, hasta que no me comí un rosco. Con veinticinco primaveras, he acabado siendo guionista y escribiendo, casi, a todas horas. Si escribo bien o mal no me toca a mí decirlo. Quien quiera leer mis travesuras que las lea. Las voy a dejar todas aquí. Como un samurai, empiezo una aventura personal e intransferible. Escribir es lo único que me ha acompañado a lo largo de estos años. El niño de quince ya se ha empachado de rosquillas, de roscones y de otras aventuras amorosas. Ahora escribo para mí y para quien quiera leerlo.

Honor y fuerza.

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