Dos rubias delgadas en la mesa de enfrente.
Amaro me acaba de decir que –ahora- a las ocho,
tiene un recital de poesía, que vaya,
que le hace mucha ilusión.
Yo me debato entre seguir mirándolas o ir.
Entre estar solo o soñando una vida junto a ellas.
Me digo que la poesía es vital.
Debo escuchar a mis poetas amigos.
Pero dos rubias que me ignoran
son dos rubias que me ignoran.
Sé que no hay más poesía que estar
en la realidad de su entrepierna.
El olor de sus nucas me atrae
en forma de incertidumbre.
Pero Amaro de aquí un rato
-ya queda menos-
recita en el bar de al lado.
Y yo quiero escucharlo porque las rubias
están hablando de cosas que no entiendo.
Cosmética, por ejemplo.
Además una tiene la nariz grande,
y la otra parece tonta,
y en el fondo la poesía me pone mucho más,
y este par de bombones tienen pinta
de follar con tipos que no saben ni leer ni escribir.
viernes, 16 de julio de 2010
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