Quiero escribirte un poema
y sólo se me ocurre escribir
que quiero escribirte un poema.
Así que te escribiré una amenaza
con sabor a súplica:
o me besas
o te mato.
jueves, 6 de mayo de 2010
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A los quince años pensaba que los poetas ligaban mucho y empecé a escribir. Me enamoraba, escribía y nada; me enamoraba, escribía y nada; me enamoraba, escribía y nada; así, in sécula seculorum, hasta que no me comí un rosco. Con veinticinco primaveras, he acabado siendo guionista y escribiendo, casi, a todas horas. Si escribo bien o mal no me toca a mí decirlo. Quien quiera leer mis travesuras que las lea. Las voy a dejar todas aquí. Como un samurai, empiezo una aventura personal e intransferible. Escribir es lo único que me ha acompañado a lo largo de estos años. El niño de quince ya se ha empachado de rosquillas, de roscones y de otras aventuras amorosas. Ahora escribo para mí y para quien quiera leerlo.
Encontré tu página buscando otra, pero me alegro de haberme perdido por la red, pues me ha gustado lo que he encontrado.
ResponderEliminarSabes? Tu "manca" de palabras en esta poesía y tu gusto por la compañía de gatas me recuerdan algunas de mis tardes de primavera. Cuando estoy extremadamente cansada, me dejo caer en el sofá. No enciendo la radio, ni la tele para que no entre nada más en mi cabeza. Sólo me concentro en el canto de los pajarillos que se aposentan en el nogal de mi jardín (un poco cursi, verdad?). Algunas veces su cháchara sucumbe, bruscamente. Entonces salgo fuera y veo como mi dulce gatita juega a matar. Una vez cazado el pájaro escogido, lo lanza al aire muy alto, lo agita de un lado a otro y cuando se cansa de tanto retozo se lo come. En aquel momento me viene a la cabeza unos versos de Sylvia Plath:
Out of the ash
I rise with my red hair
And I eat men like air.
[Dese las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire]